Reseña 30 Seconds To Mars en Colombia

30 SECONDS TO MARS
NICER DICERS

Bogota, Palacio de los Deportes
Miércoles 6 de abril del 2011

HOLLYWOOD AL OÍDO



Sería estupido atacar a un tipo como Jared Leto a la primera, basándose tan solo en una delineada imagen o en lo almidonadas que puedan llegar a sonar sus canciones para algunos. Siendo un actor que tiene en su palmarés cintas del calibre del “Club de la Pelea”, “Requiem por un Sueño”, “El Señor de la Guerra” o aquella sardónica interpretación del hombre que asesinó a John Lennon en “Chapter 27”, poco espacio queda para reproches artísticos. Tras abrirse camino en la fauna de Hollywood durante la década de los noventa, Leto apostó en el nuevo milenio a sus interés musicales. Junto a su hermano Shannon convocaron a reputados productores para alumbrar sus discos, asignaron un presupuesto considerable en promoción y facturaron impactantes videoclips para agigantar aquellos gancheros singles que sacuden los corazones más jóvenes. Tal esfuerzo se denomina 30 Seconds To Mars y esta es una mirada a su reciente paso por la capital.

Considerando el excesivo despliegue que recibe una banda como 30 Seconds To Mars en la televisión, la radio y por supuesto, en las publicaciones para adolescentes, lo primero que uno llegaría a pensar con respecto a su primera visita al país es que el recinto estaría hasta el techo de entusiastas. Un poco más de tres mil personas arribaron al Palacio de los Deportes para contemplar la labor de los californianos. Si desde estas líneas generalmente nos quejamos por la indiferencia del público hacía agrupaciones de amplia trayectoria o de culto en alguna tendencia especifica, se puede llegar a concluir que las discretas ventas de boletería en la capital también afectan a los fenómenos multiventas venerados por la generación MySpace.



Pese al marco a medio nutrir de espectadores, el ambiente que se respiraba era festivo y de desmesurado anhelo por ver al trío que complementa el guitarrista Tomo Milicevic. Así, en las graderías no faltaron las congregaciones de fans donde predominaba el sexo femenino y que sin un ápice de timidez exhibían carteles manifestando el amor al vocalista de ojos claros e incluso peticiones por un cándido beso. Los más efusivos cantaban a cápela las canciones que ya presentían brotar por los amplificadores mientras los parados a pocos metros del escenario se aglomeraban, alzando brazos y a cada tanto vociferaban las iniciales de los visitantes.

Habría que aguardar. Nicer Dicers ofrecieron el calentamiento con un arranque desastroso comparable al sonido que emitiría un abejorro en una lata de sopa. No obstante pronto se sobrepusieron a las ya típicas secuelas que deja la producción al estar tanteando el audio con el acto de apertura. Más allá de la referencia de un EP producido por Dilson Díaz (La Pestilencia) y una participación en el festival Rock al Parque 2010, pocos antecedentes teníamos a la mano de este combo. Empleando energía de sobra en tarima, sintetizadores que persuadían al baile y unas guitarras saturadas, apaciguaron las ganas de los asistentes y hasta se robaron varios aplausos por el camino.



Se presupuestaba que 30 Seconds To Mars despegarían a las nueve en punto, pero los minutos corrían, los hirientes gritos de las féminas se multiplicaban y la música no se pronunciaba. Las hormonas parecían estar tan alborotadas que en ese interminable bache un par de chicas se desvanecieron y debieron ser socorridas por personal medico. Finalmente, un cuarto de hora después las luces se apagaron y comenzaba lo que para muchos no era un simple concierto, era todo un ritual. Con la algarabía opacando una entrada un tanto misteriosa el señor Jared Leto encaró a sus incondicionales para declarar en “Escape” que esto era la guerra. Inmediatamente sobrevino algo más punzante con “Night of the Hunter” que rememora el britpop en una faceta más sofisticada.

La puesta de la banda en tarima fue bastante sobria comparada con las imágenes que se conocen de sus shows de alta envergadura en el exterior pero no por ello dejaron de impactar algunos efectos con las luces, el humo y el inquietante ir y venir del frontman. El primer batacazo de la noche corrió por cuenta de “A Beutiful Lie”, con el baterista Shannon Leto efectuando una gran labor en los parches. La devoción de la masa era una cosa de locos, no hubo una caída en el entusiasmo o letra que no fuera conocida de memoria. “Attack” pone a prueba la fuerza vocal de Leto sustentado en los sintetizadores, “Search and Destroy” va por los mismos derroteros mientras que “This Is War” posee una melodía que explota y donde el cantante aprovecha para juguetear con la audiencia.



Es precisamente allí donde se denota la gran falencia del directo del conjunto. Por más que sus compañeros cumplen a cabalidad Jared rompe el libreto tantas veces que malogra las canciones. No hubo tema donde no pidiera apoyo a la audiencia para cantar y si acudiéramos a la estadística se podría pensar que la mitad del show lo canta él y la otra mitad es el público quien lo auxilia. Con la oscuridad cobijándonos prosiguió “Vox Populi”, elemento que aprovechó el cantante para sorprender a sus fans con una linterna de alto poder en sus caras. “L490” sonó mientras algunos balones gigantes brincaban sobre las cabezas. A continuación pasamos a un extenso set acústico abierto por la reconocida “From Yesterday” que se enlazó a “Alibi”. Anunciando una canción inédita la banda nos presentó “Hallelujah!” pero la audiencia nunca captó el coro y las buenas intenciones del cantante se frustraron por sacar mayor jugo a su nueva pieza.

En medio de ese largo recorrido con guitarra de madera Jared volvió a fallar. En un acto poco profesional su celular empezó a sonar generando interferencia en los amplificadores, debió sacarlo a media canción del bolsillo para que un roadie le contestara la llamada. Una escena que solo esperaría uno ver en un remake de “Spinal Tap” tal vez protagonizada por él mismo. La agrupación volvió a la electricidad con “The Kill (Bury Me)” y con el éxito “Closer To The Edge” dieron por concluida la primera parte del espectáculo. El regreso mostró al ídolo de poster alzando la bandera nacional mientras interpretaba “Hurricane”. Acto seguido debimos esperar varios minutos a que una veintena de fanáticos abordaran la tarima para cantar junto al resto de la banda en “Kings and Queens”. Aunque nadie se llame a sorpresas, esos esporádicos participantes nunca pudieron aproximarse a los músicos ya que eran contenidos por los estrechados brazos de varios roadies. Otro momento que más que exhibir una comunión con sus seguidores dejo en la memoria a los protagonistas como unos intocables rockstars.



Si bien el apoyo visto en esta noche por cientos de jovencitos va por encima de lo que podríamos llamar como incondicional, la realidad es que a este grupo le falta aun un largo trayecto por recorrer. Deben definir su estilo, algo que varía entre las melodías de unos Placebo, el dinamismo de Muse y la ambición de U2. Hay composiciones sin duda interesantes, otras que sinceramente exhortan al bostezo y más aun atoradas en un prolongado acústico sin brillo. Un show no debe centrarse en una quitada de chaqueta o en una invitación a la histeria a cada minuto. Recursos no les faltan, talento tampoco y si se saben jugar apropiadamente las cartas puede que estemos ante una de esas bandas capaces de seducir estadios por sus cualidades musicales y no por una imagen agraciada. Solo el paso del tiempo nos dará su veredicto.

Alejandro Bonilla Carvajal
Fotos por: Marianne Gray