Reseña Metallica en Colombia - 2010

METALLICA
MASTODON
DEEPTRIP EN LA CASA

Bogotá, Parque Metropolitano Simón Bolívar
Miércoles 10 de marzo del 2010

ABSOLUTO MAGNETISMO



¿Era justo con el público colombiano una espera de casi 11 años por el regreso de Metallica? Es cierto que desde su primera visita por estas tierras el legendario conjunto atravesó momentos difíciles; la salida del bajista Jason Newsted, el tratamiento a las adicciones de James Hetfield, los problemas internos que casi los llevan a su disgregación y grabar uno de los peores discos que haya conocido la historia del rock: “St. Anger”. Sin embargo, es incuestionable que sus fanáticos a este lado del globo son los más incondicionales, devotos y apasionados que la institución de San Francisco pueda tener. La noticia de su retorno agotó la boletería en cuestión de horas y dio de hablar a propios y extraños por semanas. La hora cero llegó y un nutrido Parque Simón Bolívar aguardaba por presenciar la faena de estos tipos que venerados o abominados son celebres por su sobresaliente y oneroso directo.

MI CASA NO ES TU CASA

Previamente, la empresa productora del evento organizó un concurso para seleccionar a una agrupación nacional para abrir este concierto. Al igual que los concursos de belleza que tanto deleitan al colombiano promedio, la convocatoria dio para chismes, intrigas, polémicas y acusaciones por parte de un sector de personas de robo e incluso clientelismo. Desde este medio no vamos a entrar en absurdas discusiones que no llevan a ninguna parte. Lo que si debe quedarle claro a la gente es que los organizadores de conciertos no son entidades de caridad y requieren patrocinadores para sus objetivos. Que una compañía comercial le meta el brazo a un espectáculo de este perfil resulta positivo. Los grandes shows de rock y metal en el mundo son amparados por reconocidas empresas de productos y servicios. Bajémonos de esa nube de la “escena”, el “underground” y demás fábulas propias del tercermundismo.

Las reglas del mencionado concurso eran claras y la audición de los finalistas fue abierta a todo el público. Evento al cual por cierto fue invitado Rockombia y situación que además ya no ocurre en el notorio festival de Rock al Parque sin que nadie ponga resistencia. Creemos en la buena fe de los productores del evento, en la oportunidad que tuvieron las bandas de promocionarse, en la lealtad los seguidores que apoyaron a través de la red a los finalistas y en la decisión del jurado calificador. Rechazamos los comentarios venenosos por parte de intolerantes que hacen apología a la violencia y la división en el débil periodismo musical desde la muralla que ofrecen las redes sociales. Rockombia lleva más de una década apoyando a los artistas nacionales sin distinciones de tendencia musical, lugar de origen o clase social. Es y será nuestra función esencial.

Los ganadores de la contienda fueron Deeptrip en la Casa, grupo bogotano que se encontró con todo en su presentación menos calor de hogar. Claramente no era la propuesta más idónea para telonear a los ídolos de esta velada. Como sucede generalmente en estos espectáculos de gran magnitud, el sonido que tuvieron resultó ineficaz, provisto de agudos, feedbacks, barullos y ausencia de colores en el apartado de la guitarra. Por lo limitadamente percibido, practican esa mezcla de riffs cortantes y fraseos hip hop tan en boga a finales de la década de los noventa. Probablemente más aptos para inaugurar el show que se viene en abril con Korn, resultaron abucheados a lo largo de su actuación. Gestos obscenos, rechiflas, coros ofensivos y objetos arrojados a la tarima fueron el pago que recibieron por parte de la audiencia.

Comprensible que muchos no gustaran de su propuesta y declaren su descontento con la elección presentada. Lo inaceptable es la agresión y el abuso. Daba pena ver al personal de Metallica contemplado como se tratan aquí a los compatriotas. Antes que músicos son personas los que estaban allí parados y merecen respeto. Después de escuchar 1 hora a Diomedez Díaz en el vehiculo de venida, caminar montones de cuadras buscando la entrada al recinto y soportar las requisas y demás requerimientos policiales, este tiempo era mejor invertirlo en comer algo, hablar con los amigos, sentarse en el piso o disfrutar de los últimos rayos de sol. Dedicarse a la cobarde labor de buscar blancos humanos para lanzar cuanta cosa se pueda es exclusivo de primates.

EL VIAJE DEL MASTODONTE

Para los conocedores no resultó sorpresa las virtudes expuestas por el cuarteto de Atlanta al caer la noche. Mastodon son una de esas maravillas que el iluminado sello Relapse descubrió a buen momento. Con cuatro portentosas producciones a sus espaldas y los guiños de personalidades como Dave Grohl, Josh Homme, Corey Taylor y el mismísimo James Hetfield, estos perfeccionistas deleitaron con su corriente vanguardista que los sitúa a la cabeza del metal avanzado y libre de las malignas radiofórmulas establecidas.

Bajo tenues luces despegaron con “Divinations”, de su laureada obra del año pasado “Crack TheSkye” y con eso fue suficiente para que hasta el más desinformado se percatara que no estaba ante la habitual banda de tres acordes, verso, coro, solo, verso y apláudanme. Con un sonido algo borroso prosiguieron la enseñanza de su última joya de estudio ofreciéndonos “Quintessence”, capaz de llenar el enorme espacio del parque con una atmósfera ancestral y sumergiendo al espectador en su mágico mundo de pasajes musicales vesánicos.

La idolatría de estos visitantes norteamericanos por los bastiones del rock progresivo setentero es innata, desplegando melodías milimétricamente calculadas y cinceladas con arreglos francamente fascinantes. “Ghost Of Karelia” y “Crack The Skye” advierten que la palabra facilismo no esta en su vocabulario; marcan la pauta sin abultar sus capacidades interpretativas con aburridos solos y ejercicios perpetuos, eterno vicio de más de una formación del rock progresivo.

El bajista Troy Sanders lideraba la sección vocal acompañado por el incomparable registro del guitarrista Brent Hinds. El baterista Brann Dailor causó admiración en su ejecución potente y precisa pese a engañar la vista y el oído con su particular manejo de los tempos y movimiento de los brazos. Próximo a los espectadores figuró el guitarrista Bill Kelliher a medida que caminaba por el escenario y disparaba acordes majestuosos. El grupo no se decantó exclusivamente en su nueva producción, “Circle of Cysquatch” del álbum predecesor “Blood Mountain” puso frenética a la virgen audiencia y cosechó merecidas ovaciones.

“Aqua Dementia” extraída de “Leviathan” es orgánica y viseral, por su parte “IronTusk” es una pieza volátil, ideal para el directo al engrandecerse con respecto al registro de estudio. Hubo mutismo entre canciones por parte de los músicos, permitiendo que fueran sus notas la mejor carta de presentación. Sobrecogedor remate a cargo de “March of the Fire Ants” desde el prístino “Remmission”. La grandeza de Mastodon si me lo permiten, consiste en esa cualidad de envolver las más enrevesadas tendencias con el encanto que brinda la simpleza. Por ello triunfaron aquí y a donde vayan. El oyente se rinde a sus pies en primera instancia pese a toda la amalgama de estilos que dominan. Los aplausos y aprobación de los miles de espectadores robaron la sonrisa del mastodonte. Una banda original como muy pocas en la actualidad que se ríe del rock afable y planificado bajo el respaldo de un sello multinacional. ¿Necesitaban un grupo del nuevo milenio para adorar? Esta noche lo tuvieron.

La colombianada

El detalle autóctono de mal gusto no podía quedar exento de tan ilustre cita. Si nuestros vecinos Chilenos habían protagonizado bochornosos incidentes anticipadamente durante la visita del mismo conjunto ¿como era posible que el país donde se le rinde pleitesía a las expresiones “papaya”, “gratis” y “caos” se fuera a quedar atrás? De nada parecieron servir las medidas de seguridad adoptadas por la policía. Ante la ignorancia y el vandalismo parece que la batalla esta perdida. A todos esos bárbaros que se dicen llamar rockeros, metaleros o quien sabe que diablos, los grandes medios de comunicación que gustan reseñar estos shows por la cantidad de daños a la propiedad pública y privada les deben mucho. Señores ustedes y solo ustedes con sus fechorías se han encargado de jodernos lo que muchos tratamos de construir comprando las boletas y “tratando” de expandir la cultura musical en un país indigestado de violencia.



El regreso de los cuatro jinetes

Es encantador el ambiente que se respira en momentos previos a que un nombre de esta envergadura te vaya a exhibir de que esta hecho. Con el parque concurrido por miles de personas ansiosas de ver tras una década a los patriarcas del género, uno sencillamente se siente privilegiado de estar presente. En los minutos que antecedieron a la salida de los protagonistas escuchamos una canción de los ingleses Saxon, “Heavy Metal Thunder”. A fin de cuentas, sí Metallica había decido “volver a las raíces” con su más reciente álbum ¿por qué no calentar a la audiencia con un buen tema de los días que en Lars Ulrich era el maestro del NWOBHM en la costa oeste?

A las ocho de la noche, la habitual introducción de Ennio Morricone “Ecstasy Of Gold” acompañada de imágenes a través de las pantallas del film “The Good, The Bad and The Ugly” puso la piel de gallina a más de uno. Los insignes caballeros tomaron posición e hicieron explotar el ambiente con “Creeping Death”. No era para menos, el sonido era fabuloso y no recuerdo uno así desde cuando Roger Waters piso suelo nacional. Al grupo lo respaldaba una descomunal pantalla horizontal de unos veinte metros de longitud y cuatro menores de apoyo que espero hayan revelado a los asistentes de la parte posterior los movimientos de la banda. Está claro que mientras no haya estadio, el Simón Bolívar es adversario de quienes no alcanzan una ubicación aledaña al escenario.

El público desempeño un papel determinante en este concierto, su fervor y energía estuvieron al tope. Demostración de ello fueron los ensordecedores cánticos durante “For Whom The Bell Tolls”. James Hetfield en el centro del escenario preguntó a la excitada multitud si se encontraban listos, acto seguido se despachó “Ride The Lightning”, una canción que a manera de huracán destroza lo que le pongan enfrente. Con esos tres martillazos iniciales éramos consientes que la legendaria escuadra estaba poniendo toda la carne en el asador y para gozo de más de un espectador, eludiríamos los pasajes oscuros de la era “Load” y “ReLoad” y obviamente el esperpento con carátula de puño.



Los tipos no tuvieron piedad y se machacaron fidedignamente “Harvest Of Sorrow”, delirio y beneplácito que pagó la espera y el coste de las boletas. Lars Ulrich desatinó un tanto pero en la parte final repuntó con solvencia. Los clásicos continuaron con la emotiva “Fade To Black” y una que otra lagrima corrió por allí. Sin embargo la presentación no se quedo en la nostalgia (aunque para algunos el grupo murió en 1991 a nivel de composición), y por ello con un disco nuevo bajo el brazo se lanzaron sobre “That Was Just Your Life”. El tema posee un trabajo en guitarras ganchero mientras Robert Trujillo galopa justito. La percusión que otorga el danés evoca en ciertos puntos el glorioso “…And Justice For All”.

El cacareado retorno de Metallica a los dorados años ochenta empaquetado en “Death Magnetic” se puso a prueba ante miles de miradas. “The End Of The Line” desde cierto punto es una búsqueda intrincada del conjunto por pegar con la vieja y mágica receta, en vivo supera los interrogantes gracias a la personalidad y entrega que les sobra a los autores. Paréntesis para recurrir a otra gema del “Black Album” recompensada por miles de brazos en alto y robustos coros de la fanaticada: “Sad But True”. A continuación, prosiguió la exposición de la más reciente producción discográfica con “Broken, Beat and Scarred”, que arranca ausente de chispa pero va desarrollándose efectiva y devastadora con letales aires thrashers.



La muestra de nuevo material la cerró “Cyanide” donde Hetfield vuelve a demandar ahínco de los presentes para el tema más contagioso y de espíritu comercial del trabajo. Las personas ubicadas en primera fila disfrutaron al verse reflejadas en la enorme pantalla a lo largo del tema. Una brillante manera del grupo de tributar a sus fieles seguidores. Desde mi perspectiva “One” fue el tema más compacto del repertorio. Cautivante por el derroche de pirotecnia, a su vez reveló la solidez del grupo en vivo con una de sus piezas fundamentales. El controversial Ulrich nos sacudió los órganos con su doble bombo, Hetfield probó que su garganta pese a los años permanece imperturbable y que la “nueva” contratación del señor Robert Trujillo fue todo un acierto.

No podía dejar de mencionar el excepcional trabajo llevado a cabo por el guitarrista Kirk Hammet, luciéndose en “Master Of Puppets” y “Blackened”. No tuvo fallos, es vital para el proceder del conjunto y pese a no ser una figura tan dominante como la de Ulrich y Hetfield es sabido que el virtuosismo y técnica recae sobre sus hombros. Deleitó con un solo de su instrumento esmerado a la par que sirvió de abrebocas para la infaltable “Nothing Else Matters”. Aquel fue otro de los emotivos episodios de la noche por el carácter intimista de la composición. El amplio equipo de camarógrafos designado por Metallica no perdió detalle de su accionar. A primer plano fue llevado un tatuaje de James Hetfield en su mano con la inicial del grupo y posteriormente el pick inherente a “Death Magnetic”. Tras la particular escena sobrevino un demoledor “Enter Sandman”.



Los héroes se marchan pero pronto retoman para invocar a uno de sus amores: Queen, con la vertiginosa versión de “Stone Cold Crazy”. El colofón de tan placentera visita llegó con la primigenia “Hit The Lights” desde su debut “Kill ´Em All” y como era previsible, también de dicha obra, la poderosa “Seek and Destroy”. Más llamaradas en tarima calentaron nuestros rostros a la par que todos los huesos se sacudían. El cuarteto se despidió con un Hetfield asumiendo el papel de caballero y Ulrich el de chico malo.



Metallica, un nombre que resume miles de sentimientos y divergentes opiniones tras 25 años de accidentada carrera. Sospecho que con tan robusto repertorio ningún alma partió decepcionada. Cualquiera que fuese mi punto de vista preliminar, abandoné el Simón Bolívar con la certeza de haber visto uno de los mejores espectáculos que ronda el planeta. Para el ausente ya habrá revancha. Ulrich prometió pronto regreso a través del micrófono, y es que desde que perdió su absurda batalla contra los sitios de descargas en la red, el baterista comprende que no podrá volver a darse el lujo de esperar otros 11 años por ese país que tanto lo quiere.

Alejandro Bonilla Carvajal