Boyacá Rock 2010: ¡Jústele al Pogo Sumercé!

Por Diana Rockombia
28 de Agosto
Plaza Principal de Tunja

Bandas:

CURSED FEELING
KAMIKASE
DECADENCIA ZERO
RAZA ODIADA
HELL´S WRATH
THUNDARMA
BLESSED SOUL
VALINOR
SAGROS
INTROSPECCIÓN
MASACRE

La Unión hace la fuerza. Es por ahora una de las frases más invocadas desde las últimas elecciones presidenciales. Más el transfondo de ‘unir fuerzas’ y hacer mérito por una causa se podría comparar con el deseo unitario de todos los que se apasionan o al menos quieren sentir mentalmente que si han hecho algo simbólico. No significa que si no logras mover una masa relevante, tu ideal se vea perdido pero es innegable que se necesitan de líderes o personas que encabecen ciertas situaciones.


Quizás ésta no sea una reseña, quizás sea otra manera de contar o narrar una de las tantas caras que tiene el rock en nuestro país. Promoviendo que cada poro se dilate al contacto de los por menores y mayores de realizar un festival cuyo objetivo era inyectar un poco de medicina agresiva-pasiva tanto para quiénes conocen lo que escuchan como para quienes desconocen lo que ven.

Hace pocas semanas se llevó a cabo en la ciudad de Tunja un encuentro de bandas y/o artistas con un fin común: Tocar himnos del Metal Nacional. Algo muy parecido a un Rock al Parque, algo que no es primario en la ciudad pero si un claro ejemplo que ciertos ejercicios se pueden hacer. Paralelamente estaban llevándose a cabo diferentes actividades con otros géneros musicales y mejor aún, Tunja se estaba dejando llevar por el impacto de toda clase de arte. Un recorrido decorado por exposiciones de guitarras, muestra de ropa, museo fotográfico, conciertos con artistas de talla internacional que a la final nunca asistieron como el caso de mi gran “amiga” Paulina Rubio y eventos semejantes convertían a ésta capital en un cúmulo de ensueño. Es decir TUNJA estaba de MODA.



El clima estaba mejor que el que vivimos por estos días en Bogotá. Sol, viento poca lluvia. Días previos a dicho evento metalero se había presentado un performance con un grupo extranjero y pues por comentarios de la gente, fue bonito, muy de la casa, emocionante, rica su mamá interesante las galletas, pero hubo gente que no supo comportarse, tumbando vallas o creando un minicaos. Aclaro, fue en un evento previo.

Desde Bogotá el equipo de Rockombia junto a otras bandas nacionales como Masacre de Medellín, Introspección de Bogotá y Sagros de Cali nos em”buseamos” rumbo a tierras bicentenarias. Eran casi las 10 de la mañana y nos bordeaban las corroídas aceras de la autopista Norte (que nuestro querido alcalde Samuel Moreno modificó) enmarcadas por estaciones de Transmilenio como la 146, Mazurén, Cardio o Toberín hasta finales del barrio Marantá al norte de la ciudad.

II
La extensión de la Autopista Norte, empresas pujantes del país, pueblos y tiendas de paso, avisos de kilometraje, hotel cerca y gasolineras, arrullaban el sueño o se convertían en escenografía de las conversaciones que se daban dentro de aquel bus que transportaba el culto a la protesta, a la emotividad de vivir o a la crudeza de la voluntad humana transmutada en canción. Y a medida que ese exclusivo sonido seco de freno de bus se hacía presente siendo un ligero peaje de salvación, monumentos como el arco del triunfo o el puente de Boyacá aumentaban la ansiedad de adentrarnos en hermanas tierras.



III
Sin campanadas celestiales una gran iglesia nos daba la bienvenida y una plaza se alzaba de ipso facto, bordeada de vallas más una tarima que se imponía sobre edificios rústicos y casas coloniales junto a columnas de monitores que impregnaban frecuencias extremas en los poros de todos los que deambulaban por el sector y de quienes asistían con su ropa negra, sus chamarras y botas altas a dicho encuentro.

Era particular ver un lugar que ha sido testigo de eventos históricos, políticos y culturales 200 años atrás, convertido en el retoño del death, el thrash, el heavy y de muchas manos alzadas honorando los cachos, recuerdo vivo de íconos como Ronnie James Dio. Al tiempo que los viejos verdes que velan por la seguridad, alias tombos, trataban de seguir el paso de las tonadas y cabeceadas de los asistentes.

En ese instante, mientras veíamos a través del bus éste paisaje urbano, subió uno de los representantes del Boyacá Rock, dándonos la bienvenida, avisando que el almuerzo se hacía cada vez más cerca y que el hotel ya tenía sus puertas abiertas para recibirnos.


IV
Luego de desempacar, nos dirigimos a un restaurante en donde el pollo con champiñones sería la batería perfecta para iniciar la jornada que se aproximaba. Las horas empezaban a correr, era comiendo, diciendo, haciendo y montando instrumentos. El público de manera pacífica, sin escándalos, ni el típico borracho degenerado con el que siempre relacionan a dicho ser que escucha un Iron Maiden y de ahí para adelante; se portaba a la altura. No peleas, exceso de tolerancia, todo era como diría Jorge Barón: Pura Alegría, Pura diversión. Las bandas presentes inicialmente, demostraban porque habían logrado pasar por medio de eliminatorias, plasmando las bandas tradicionales que han influido en que su rutina gire 100% en pro del metal. Era una mezcla de nervios, pánico escénico, euforia, saber que el nombre de tu banda, tu voz, tus acordes o tus golpes a un redoblante imprimían historia es y era una sensación indescriptible y más si tu propia sangre puede ser espectador. Metal mezclado con un poco de malicia indígena. Excelente combinación.

V
CURSED FEELING, KAMIKASE, DECADENCIA ZERO, RAZA ODIADA, HELL´S WRATH, THUNDARMA, BLESSED SOUL, VALINOR, SAGROS, INTROSPECCIÓN, y MASACRE conformarían el cartel de este festival que fue realizado gracias al apoyo de la secretaría y entidades distritales de la región, que vieron de manera positiva la consecución y apertura de un espacio dedicado únicamente al metal, siendo un buen ejemplo para otros departamentos que despilfarran licitaciones o inversiones gubernamentales en ferias o carnavales de cuanto alimento o fenómeno natural existente. Es innegable que éste género de esencia rebelde, debe esperar con ansias un Rock al Parque, Manizales Grita Rock o un Altavoz anualmente, en vista que son vetados o censurados los proyectos enfocados a eventos de este tipo en su totalidad, sea con la excusa de siempre “mucho desorden”, “no hay recursos” o “no corresponden al eje cultural nacional”. Los pocos realizados son de índole independiente. Es decir de los 111 festivales con tinte de carnaval o en algunos casos, acompañados de reinados donde la reina ya estaba coronada, que se ejecutan en Colombia (anexo: con dineros del estado), son pocos y pueden ser contados con la mano derecha, los que han destinado un lugar para el punkero, el mechudo, el gótico, el hardcorero, es decir a ese “pequeño” círculo considerado como una subcultura.



Es verdad que no faltan los típicos desadaptados en todo género musical, o para la muestra un botón, shows de mariachi en donde no falta el traqueto que con guaro y tote en mano, viole o como se diría popularmente “se pase por la faja” el departamento de logística, o en un evento de reggaeton cuyas riñas públicas son visibles a flor de piel por no controlar el roce de zonas íntimas al compás de una canción, la famosa disputa por ser el macho alfa. Pero después de lo que vivimos en Tunja aquel 28 de Agosto, queda un sabor NO ácido de dar la bienvenida al rock a manera de ritual, muchas veces más. Era sentirse en casa con un home theater tridimensional.

Cabe rescatar que éste Boyacá Rock era la primera vez de muchos en producciones de gran masividad. Fue un proceso de enseñanza para quienes participaron o contribuyeron a que fuese una realidad. No faltaron esos errores que sabemos que en futuras oportunidades serán un vago recuerdo.

VI
Llegando las 5 de la tarde la plaza cambiaría de temperatura y el festival entraría en su recta final, los gritos que aclamaban bandas como Sagros, Introspección o Masacre se hacían más recurrentes. Los flash de las cámaras eran como luciérnagas y el olor del ron típico de aquel departamento era esparcido en señal de agradecimiento, al tiempo que en la catedral cercana se consolidaban matrimonios y misas acompañadas de un estruendoso “Q' chimba hijueputa” de Alex Oquendo vocalista y fundador de Masacre.



Al final del show, el público tunjuano se acercaba a la parte trasera del escenario a llevarse el recuerdito de la banda de su predilección, hacían fila para una foto o para obtener un autógrafo. No importaba en qué o sobre qué, pero zapatos, afiches, camisetas, cds y hasta billetes de 50.000 se prestaban para almacenar su admiración. También nos topamos con venezolanos que pasaban unas cortas vacaciones en éste lugar que sin ser metaleros reflejaban su asombro. Las invitaciones a los pocos bares de la ciudad en donde el blues y el rock se conjugan no se hicieron esperar. Era derroche de amabilidad.

VII
Concluir el lazo fuerte del público boyacense en términos metaleros sería algo equívoco, algo que quizás caería una petardez metodológica. Es innegable que entre las bandas presentes en el festival, se acumulaba un éxtasis particular; propuestas con sudor revolutivo del punk, chapas categóricas del oldschool y la técnica instructiva que permite el metal clásico, suministraban esa envolvencia sin anacronías que experimentamos en aquella línea de tiempo que se fraguó durante más de 6 horas en compañía del Libertador de naciones. Fue recordar esos sonidos ochenteros, visualizar la pasión con la que se fecundan nuevas agrupaciones, adentrarse en la mutuación de estilos del metal y el hipnótico efecto de presenciar hitos de nuestra musiteca nacional.



Y es acá en donde exteriorizamos ese lado infantil cuya inocencia no está perdida y que poseemos todos por naturaleza, formulando ésta pregunta: ¿Existe un mejor héroe que una banda nacional?

Boyacá Rock: ¡Que buen comienzo!

Agradecimientos a la organización del festival Boyacá Rock: Juan Leguizamón y sus secuaces.

Fotos: Darlin Bejarano, Sergio Sagros