Reseña de Korn en Colombia - 2010

KORN
NEPENTES
Bogotá, Coliseo Cubierto El Campin
Sábado 10 de abril

GOTERAS, RESONANCIA Y… KORN
Que el coliseo de la calle 57 tiene una de las peores acústicas del mundo no debe ser un secreto para nadie. Por allí vimos a un Lemmy Kilmister y compañía ganándole la batalla sónica a un contingente de helicópteros y al mismísimo dios de la guitarra Tony Iommi pasando las duras y las maduras para escucharse a si mismo. Entre ese techo de lata, piso de concreto y descuidadas graderías pueden triunfar los basquetbolistas o los pastores evangélicos; pero nunca un rockero. Si Korn hubiesen visitado Colombia en su primera incursión a Suramérica del año 2001 no dudo que se hubieran reportado al menos 25 mil personas ávidas de ver a los reyes del por aquel entonces triunfante nu metal, pero estamos en 2010 y las cosas ya no son color de rosa para estos eclécticos californianos.



Cuando la tarde llegaba a su fin el invernal clima acometió con una fuerte y obstinada lluvia. Muchos espectadores se lavaron mientras iban ingresando al recinto, pero lo que algunos no esperaban es que adentro aun siguiera el agua haciendo de las suyas como consecuencia de la vergonzosa cantidad de goteras existentes. No creo que el arriendo de este lugar sea barato, sumado a los prominentes impuestos que debieron cancelar los organizadores como para que la gente se merezca un espectáculo en tan ruinosas condiciones.

Con un telón blanco resguardándolos, los paisas de Nepentes sellaron una racha de desaguisados en los actos de apertura patrios para bandas extranjeras. Lo hicieron bien desde la partida, una vez el gran trapo se vino al suelo salieron a romperla. Lo que el sonido les robó en nitidez lo ganaban con pundonor y fuerza escénica. El público les respondió con el mismo vigor y aprecio; de esta forma la media hora de los nacionales cumplió su objetivo: calentar a una mojada y entumecida audiencia. Estupendo por Nepentes y por la organización que no escatimó en darles condiciones escénicas como el elemento anteriormente citado y un juego de luces bastante atractivo. Lo de la calidad del sonido es pedirle peras al olmo.



La ansiedad de los siete mil espectadores presentes se podía palpar. No era para menos, la cantidad de camisetas, banderines y hasta pancartas dispuestas para la ocasión exhibían que acá estaban presentes los fans a muerte del combo estadounidense. Desafortunadamente la platea estuvo a medias en concurrencia, caso contrario a los palcos que lucieron abarrotados de entusiastas. Otra factor en contra de los espectadores, la lejanía de las graderías con la tarima es amplia dadas las dimensiones del Coliseo El Campin lo que no permite una conexión más estrecha con el artista ¡Como se echa de menos al Palacio de los Deportes en estos shows!

Un personaje sin identificar tomó lugar en el sintetizador pasadas las ocho de la noche y con un estremecedor sonido del aparato dio la entrada a los esperados protagonistas de la cita. El primero en aparecer fue el relativamente nuevo miembro de la banda, el baterista Ray Luzier quien estirando los brazos fue avisando que la descarga era inminente. A continuación y con la histeria desbordada figuraron los esenciales “Munky” por el lado derecho del escenario y “Fieldy” por el izquierdo, secundados por un guitarrista contratado que se limitó a cumplir las funciones del desertor Brian “Head” Welch. “4 U” abrió la entrega, presentándonos al siempre misterioso vocalista Jonathan Davis, vestido con una sudadera negra Adidas, fue toda una estampa a los viejos gloriosos tiempos en que el grupo rompió la escena musical norteamericana de mediados de los noventa.



“Dead Bodies Everywhere” desde el aclamado disco “Follow The Leader” prosiguió acompañada por “Need To” extraída del impetuoso debut de la agrupación. Claro está, esto lo sé porque posteriormente revise el listado de temas ya que era muy difícil saber en ese momento que interpretaban. En el punto inicial, la cruda realidad es que el sonido era espantoso y si bien la gente iba arriba y abajo con sus saltos, todo era producto de la alegría de tener a estos músicos por vez primera ante sus ojos que por la cualidad sonora expuesta. A partir de “Coming Undone” la cuestión aclaró un poquito y engancharlo astutamente a “We Will Rock You” de Queen funcionó a las mil maravillas; al menos todos parecían divertirse dentro de tan alta resonancia.

Otro punto de incandescencia resultó “Here To Stay” donde Davis supo sacarle el jugo a su fanaticada. Siguió “Oildale (Leave Me Alone)”, un nuevo tema con el que le dan a la gente una probada de lo que será su nuevo álbum para el 2010 titulado “Korn III – Remember Who You Are”, aunque cabe anotar que ahí las revoluciones descendieron. No es de extrañar que Korn hayan sustituido oficialmente al baterista David Silveria por un tipo como Ray Luzier. El rubio es una autentica bestia sobre su set de percusión, su cabeza da vueltas en cámara rápida a fin de no perder detalle sobre lo que hacen sus diestras manos. Acudiendo al doble bombo asesino y a un compendio de detalles que ya envidiaría más de un baterista del rock progresivo, Luzier brinda al grupo un sonido más rico y metálico. Así las cosas, considero que con el cambio pocos extrañaran al modelo y ahora propietario de restaurantes y su estilo garajero en los tambores.

Siendo concientes que no publican nuevo material hace tres años y que su lúgubre trabajo sin titulo fue un fiasco, estos señores pusieron la carne en el asador: “Falling Away From Me”, seguida de Davis apoyado en su gaita para “Shoots and Ladders”, “Got The Life”, “Somebody Someone” y “Did My Time” fueron una seguidilla de trallazos que la gente supo agradecer. Fue evidente que desde la consola se hacía lo posible porque la cosa no fuera tan lamentable, la voz subía de tanto en tanto y a veces se perdía, los graves aumentaban hasta que los amplificadores se saturaban y los brillos de la batería chispeaban. El Campin puede ser uno de los retos más grandes para cualquier ingeniero y por más que se intentó atinar nunca se logró mejorar algo que simplemente no se puede reparar.



Interesante apreciar el equipo de pedaleras y efectos a los que recurre el guitarrista “Munky” para realizar su trabajo. Con sus siete cuerdas, su antifaz y su chaqueta blanca se robó la atención en más de una oportunidad. Por su parte “Fieldy” castigó su bajo eléctrico para irrigar esa vibración funky por la que es bien conocido este quinteto. Su particular movimiento en tarima junto a la puesta de su instrumento en forma vertical son toda una marca de la casa. “Freak On A Leash” fue el aparente cierre del espectáculo. Sin embargo no tardó el llegar un furioso encore con una tripleta de composiciones del primer disco: el himno “Blind”, seguida por “Divine” y para el remate “Faget”. Agradecimientos de banda a público y viceversa más la predecible venia de los músicos.

Una noche pasada de agua (con goteras incluso mojando a los músicos) y aquellas reverberaciones fastidiosas que opacan cualquier actuación. La alcaldía lleva prometiendo un lugar propicio para espectáculos desde hace meses pero a este paso primero llegaremos en metro a otra frustración en esta construcción de hierro y cemento. Lastima por los que esperaron tantos años esta visita y se llevaron a casa un recuerdo regular de la banda de sus amores. Ojala próximamente haya un regreso y el Palacio de los Deportes habrá sus puertas. En conclusión lo de esta noche fue un agridulce aperitivo dadas las condiciones a lo que realmente son capaces de brindar Korn.

Alejandro Bonilla Carvajal

Fotos por Martha Chaves