No es sencillo describir un concierto de Fito Páez. Están cargados de emociones diferentes y momentos particulares que hacen del show un momento memorable. Y es que hablar de Fito significa hablar también de toda una generación de músicos argentinos que marcaron la historia de Latinoamérica: Charly García, Luis Alberto Spinetta, Andrés Calamaro, León Gieco, y muchos más. Todos ellos, indiscutiblemente, con la capacidad de poner a cantar a un público exigente como el del Jorge Eliécer Gaitán.
Minutos después de las 8:00 p.m. subía el telón del teatro para mostrar a Fito Páez sentado en un piano de cola negro. Él solo en el escenario, sin nadie más, y para abrir la noche Fito brindó al público la canción “Dar es dar” y luego un fragmento de “Buena estrella; la ovación y los cantos de los asistentes no se hicieron esperar. Fito se paró de su silla para saludar al público bogotano luego de terminar, y en medio de aplausos y manos levantadas se sentó rápidamente de nuevo para conectar con “11 y 6”, la historia de los niños de Corrientes que logran enamorarse a pesar de las dificultades.

La noche ya estaba encendida en emoción, y el recital continuaba con “La rueda mágica” y en seguida “Dos días en la vida”, ambas canciones del recordado álbum “El amor después del amor”, y solo hasta esta ocasión Bogotá tuvo la oportunidad de disfrutar una versión de Fito acompañado únicamente del piano. Fito interactuaba con el público y en ocasiones dejaba que solo los asistentes cantaran, mientras él levantaba sus manos para pedirles que lo hicieran más fuerte. Entonces llegó el primer cover de la noche, y Fito homenajeó al músico cubano Pablo Milanés, y presentó ante el Jorge Eliécer “El breve espacio en que no estás”, para después hablar un poco sobre el Premio Nobel que le fue otorgado a Bob Dylan. “Me pareció bien, siempre se lo dan a unos viejos chotos”, fue una de las frases más particulares de la noche que hizo soltar una carcajada a los asistentes. Fito cantó “Ring them bells” de Dylan, pero antes advirtió con gracia que probablemente no se entendiera nada de lo que cantara en inglés. Otra serie de risas en el teatro.
El público ignoraba que llovía a cántaros afuera del teatro, adentro solo se escuchaban cantos y aplausos para el músico argentino que continuaba su setlist con “Doblen campanas”, y una versión de la canción original de Víctor Jara “Te recuerdo, Amanda”. “¡Víctor Jara!”, dijo Fito levantando su puño luego de terminar. El Teatro se apaciguó con el instrumental “Waltz for Marguie”, y sin pausa alguna Fito conectó con la exitosa canción “Tumbas de la gloria”, y justo en ese momento se iluminó de nuevo el fondo del escenario con una figura violeta sin forma definida.
“Yo no soy nadie sin Charly García…Creo que ninguno de nosotros sería nadie sin Charly García”, dijo Fito antes de contar la historia de la canción con la que haría un homenaje a Charly: Fito cantó una inolvidable versión de “Desarma y sangra” con un escenario iluminado de rojo, y traía el recuerdo de la difícil época de Argentina durante la dictadura militar. “¡Vamos Charly!”. Luego del memorable momento para honrar a ídolo argentino, llegó la hora de volver a “El amor después del amor”, y de forma seguida Fito cantó “Un vestido y un amor” y “Detrás del muro de los lamentos”, canción que grabó junto a la cantante fallecida argentina Mercedes Sosa, y mientras la interpretaba, jugó con los asistentes pidiéndoles que aplaudieran de forma coordinada mientras él tocaba el piano. Como era de esperarse no se logró. “Es un quilombo, ante diez o ante cien mil personas siempre es un quilombo”, dijo Fito riendo.
Del público gritaron con acento argentino “¡Carabelas nada!”, y fue justo la canción que continuaba en el setlist que Fito traía. Llegó el momento de uno de los clásicos más recordados de la carrera de Fito, y el Jorge Eliecer Gaitán se envolvía al unísono entre las notas de “Al lado del camino”. El público entero cantaba, y Fito no dejaba de observar de arriba hacia abajo cada fila con personas copando los asientos. Fueron varios minutos durante los cuales todos en el teatro fueron “pibes tristes y encantados, de Beatles, Spinetta y Charly García”. El concierto entraba en su recta final, y con un juego de luces bastante peculiar, como si se tratara de una discoteca ochentera, el escenario se decoró para que Fito cantara “Brillante sobre el mic”, luego el público entero se puso de pie para cantar a uno sola voz la canción insignia de Fito Páez en una impecable versión de solo piano: “Mariposa Tecknicolor”. Las palabras sobran para describir el momento, era casi el cierre de una noche memorable en uno de los lugares más emblemáticos de Bogotá.

Fito se despidió por un momento, y poco tiempo después salió al escenario de nuevo para entonar a capela “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, mientras las luces estaban apagadas y solo una ráfaga blanca lo iluminaba mientras se movía por el escenario. A pesar de no tener micrófono, su voz se escuchaba por todo el teatro sin problema alguno, mientras los asistentes permanecían en silencio y solo se veían sus teléfonos filmando el instante. Fito se sentó de nuevo en su piano para despedir la noche, y cerró su concierto con “Y dale alegría a mi corazón”. El aplauso invadió el teatro por algunos minutos, las personas comentaban a la salida acerca de lo impecable que había sido el show.
Fito una vez más complació al público bogotano, y a pesar de sus más de diez veces de haber visitado nuestro país, su espectáculo se volvió a grabar en la retina y en la memoria de quienes asistieron. Solo un piano es suficiente para Fito, y en un escenario como el Jorge Eliécer Gaitán es merecedor de los aplausos y la ovación. Gracias Fito Páez, y hasta la próxima maestro.
(Dedicado a Angely Espinosa, fanática que no pudo asistir al evento).
Minutos después de las 8:00 p.m. subía el telón del teatro para mostrar a Fito Páez sentado en un piano de cola negro. Él solo en el escenario, sin nadie más, y para abrir la noche Fito brindó al público la canción “Dar es dar” y luego un fragmento de “Buena estrella; la ovación y los cantos de los asistentes no se hicieron esperar. Fito se paró de su silla para saludar al público bogotano luego de terminar, y en medio de aplausos y manos levantadas se sentó rápidamente de nuevo para conectar con “11 y 6”, la historia de los niños de Corrientes que logran enamorarse a pesar de las dificultades.

La noche ya estaba encendida en emoción, y el recital continuaba con “La rueda mágica” y en seguida “Dos días en la vida”, ambas canciones del recordado álbum “El amor después del amor”, y solo hasta esta ocasión Bogotá tuvo la oportunidad de disfrutar una versión de Fito acompañado únicamente del piano. Fito interactuaba con el público y en ocasiones dejaba que solo los asistentes cantaran, mientras él levantaba sus manos para pedirles que lo hicieran más fuerte. Entonces llegó el primer cover de la noche, y Fito homenajeó al músico cubano Pablo Milanés, y presentó ante el Jorge Eliécer “El breve espacio en que no estás”, para después hablar un poco sobre el Premio Nobel que le fue otorgado a Bob Dylan. “Me pareció bien, siempre se lo dan a unos viejos chotos”, fue una de las frases más particulares de la noche que hizo soltar una carcajada a los asistentes. Fito cantó “Ring them bells” de Dylan, pero antes advirtió con gracia que probablemente no se entendiera nada de lo que cantara en inglés. Otra serie de risas en el teatro.
El público ignoraba que llovía a cántaros afuera del teatro, adentro solo se escuchaban cantos y aplausos para el músico argentino que continuaba su setlist con “Doblen campanas”, y una versión de la canción original de Víctor Jara “Te recuerdo, Amanda”. “¡Víctor Jara!”, dijo Fito levantando su puño luego de terminar. El Teatro se apaciguó con el instrumental “Waltz for Marguie”, y sin pausa alguna Fito conectó con la exitosa canción “Tumbas de la gloria”, y justo en ese momento se iluminó de nuevo el fondo del escenario con una figura violeta sin forma definida.
“Yo no soy nadie sin Charly García…Creo que ninguno de nosotros sería nadie sin Charly García”, dijo Fito antes de contar la historia de la canción con la que haría un homenaje a Charly: Fito cantó una inolvidable versión de “Desarma y sangra” con un escenario iluminado de rojo, y traía el recuerdo de la difícil época de Argentina durante la dictadura militar. “¡Vamos Charly!”. Luego del memorable momento para honrar a ídolo argentino, llegó la hora de volver a “El amor después del amor”, y de forma seguida Fito cantó “Un vestido y un amor” y “Detrás del muro de los lamentos”, canción que grabó junto a la cantante fallecida argentina Mercedes Sosa, y mientras la interpretaba, jugó con los asistentes pidiéndoles que aplaudieran de forma coordinada mientras él tocaba el piano. Como era de esperarse no se logró. “Es un quilombo, ante diez o ante cien mil personas siempre es un quilombo”, dijo Fito riendo.
Del público gritaron con acento argentino “¡Carabelas nada!”, y fue justo la canción que continuaba en el setlist que Fito traía. Llegó el momento de uno de los clásicos más recordados de la carrera de Fito, y el Jorge Eliecer Gaitán se envolvía al unísono entre las notas de “Al lado del camino”. El público entero cantaba, y Fito no dejaba de observar de arriba hacia abajo cada fila con personas copando los asientos. Fueron varios minutos durante los cuales todos en el teatro fueron “pibes tristes y encantados, de Beatles, Spinetta y Charly García”. El concierto entraba en su recta final, y con un juego de luces bastante peculiar, como si se tratara de una discoteca ochentera, el escenario se decoró para que Fito cantara “Brillante sobre el mic”, luego el público entero se puso de pie para cantar a uno sola voz la canción insignia de Fito Páez en una impecable versión de solo piano: “Mariposa Tecknicolor”. Las palabras sobran para describir el momento, era casi el cierre de una noche memorable en uno de los lugares más emblemáticos de Bogotá.

Fito se despidió por un momento, y poco tiempo después salió al escenario de nuevo para entonar a capela “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, mientras las luces estaban apagadas y solo una ráfaga blanca lo iluminaba mientras se movía por el escenario. A pesar de no tener micrófono, su voz se escuchaba por todo el teatro sin problema alguno, mientras los asistentes permanecían en silencio y solo se veían sus teléfonos filmando el instante. Fito se sentó de nuevo en su piano para despedir la noche, y cerró su concierto con “Y dale alegría a mi corazón”. El aplauso invadió el teatro por algunos minutos, las personas comentaban a la salida acerca de lo impecable que había sido el show.
Fito una vez más complació al público bogotano, y a pesar de sus más de diez veces de haber visitado nuestro país, su espectáculo se volvió a grabar en la retina y en la memoria de quienes asistieron. Solo un piano es suficiente para Fito, y en un escenario como el Jorge Eliécer Gaitán es merecedor de los aplausos y la ovación. Gracias Fito Páez, y hasta la próxima maestro.
(Dedicado a Angely Espinosa, fanática que no pudo asistir al evento).